"AL COMPÁS DEL CORAZÓN" Una novela en entregas de la escritora local, Andrea Milano. Un nuevo capítulo cada domingo con tu diario El Popular.
El comisario Peralta no quería pecar de ansioso; por eso no le importó esperar y darle a Dante Grimaldi todo el tiempo que necesitara para hablar. Miró de reojo al oficial Rivas. Se balanceaba hacia la izquierda y hacia la derecha mientras sus manos descansaban en los bolsillos del pantalón de su investidura policial. Martín esbozó una tenue sonrisa cuando se quedó quieto de repente, como si hubiese sido atrapado haciendo algo indebido. Los dos se voltearon al unísono cuando por fin el hijo varón de los Grimaldi se dignó a prestarles atención.
Dante se bebió hasta la última gota de coñac, se aclaró la garganta y, sin mirarlos siquiera, se dispuso a contarles lo que sabía.
-Unas semanas antes de que mi hermana fuese asesinada, recibí un anónimo. -Percibió que el comisario Peralta estaba a punto de interrumpirlo. Le hizo señas con la mano de que le permitiera continuar y se acomodó en el sillón-. No sé si estarán al tanto, pero he tenido un importante ofrecimiento de la UCR para postularme en las próximas elecciones. Se ve que mi candidatura no le ha caído bien a algunas personas y se han valido de mis... digamos, <> para tratar de arruinar mi reputación. Yo frecuentaba a una de las muchachas de La Nuit. No es ninguna de las víctimas -se apresuró a aclarar-. Manteníamos una relación sentimental más allá de su trabajo en el cabaret.
-¿Todavía la frecuentás? -fue la primera pregunta que Peralta sacó de la manga.
Dante Grimaldi negó con la cabeza.
-Dejamos de vernos unos meses después de la muerte de Alcira. Fue decisión mía; ella no estuvo conforme, pero creo que al final entendió que lo nuestro no tenía futuro.
-¿Cómo se llama la joven?
-Leonor -respondió Dante sin siquiera titubear. Ya no quería seguir ocultando la verdad. Se lo debía a su hermana.
Tanto Peralta como el oficial Rivas recordaban a la muchacha. Era una de las que habían sido interrogada tras los crímenes de Rosa Cardozo y Laureana Pacheco.
-¿Qué decía el anónimo?
-Los anónimos -repuso Dante, un poco más calmado. Era evidente que el alcohol le había adormecido los nervios.
-¿Te amenazaban?
El joven asintió.
-Al principio eran solo amenazas directas, sin ningún tipo de demanda. Sin embargo; tiempo después se convirtieron en chantaje. Me pedían dinero a cambio de silencio.
-Acerca de la relación que sostenías con una de las alternadoras del cabaret.
Dante asintió mirando al comisario directamente a los ojos por primera vez desde que él y su agente llegasen a la casa.
-Nunca la vimos, pero en uno de los últimos anónimos que recibí, aseguraban que existía una foto comprometedora que, si salía a luz, echaría por tierra cualquier aspiración política en el futuro de mi parte. Alcira no quiso arriesgarse y decidió pagar la suma que exigían. Fuimos al cabaret porque ella sospechaba que alguien del lugar estaba involucrado en todo aquel asunto tan turbio, pero nadie habló y Leonor se negó a recibirnos.
-¿Cómo hicieron para entregar el dinero? -A Martín Peralta le costaba imaginarse a su prometida metida en semejante situación. Presentía que haberse involucrado en los chanchullos de su hermano la habían condenado a convertirse en la primera víctima del asesino.
-Recibimos instrucciones para dejarlo en una propiedad abandonada en las afueras de la ciudad, en el camino que lleva a Sierras Bayas. Hice lo que me dijeron; metí el bolso en el hueco de un árbol y volví a Olavarría.
-¿No viste a nadie sospechoso por los alrededores?
-La verdad es que estaba tan alterado que no presté atención. Además, me habían advertido que, si no seguía sus instrucciones al pie de la letra, Alcira iba a pagar las consecuencias.
-Creo que terminó pagándolas de todos modos -alegó Peralta, sin poder simular lo molesto que estaba por poner en jaque la vida de su hermana.
-No hay un solo día que no me sienta responsable de su muerte, Martín -manifestó, apesadumbrado mientras se masajeaba las sienes. -Estoy absolutamente convencido que la persona detrás de los anónimos tiene algún vínculo con los asesinatos. El de Alcira y el de esas muchachas.
El comisario Peralta se quedó meditabundo. Todos los indicios que iban surgiendo en la investigación apuntaban siempre hacia un mismo lugar: el cabaret de Felipe Santibáñez.
-Deberían hablar con Leonor -sugirió Dante-. Supongo que sigue trabajando en La Nuit. Yo no he vuelto a pasar por allí porque los anónimos dejaron de llegar después de que pague lo que me pidieron. -La verdad era que había preferido mantenerse al margen y evitar el posible enfrentamiento con una mujer que se había quedado despechada por su culpa. Confiaba en que Peralta, en su rol de policía, consiguiera descubrir la verdad.
-¿Hay algo más que quieras decirnos? -le preguntó el comisario, temiendo que estuviese guardándose información en pos de proteger su imagen de cara a las futuras elecciones para intendente.
-Te he dicho todo lo que sé. Aunque Alcira intentó averiguar si Leonor estaba involucrada en el chantaje; no pudimos probar nada. Esa noche en la que nos vieron juntos, insistimos en verla. No me extrañaría que el mismísimo Santibáñez la solapase.
-¿Pensás que puede estar detrás de los anónimos?
Dante Grimaldi se encogió de hombros.
-Eso les toca descubrirlo a ustedes -comentó, mirando de soslayo al oficial Rivas, quien permanecía en silencio mientras su superior dirigía el interrogatorio.
Peralta se dio cuenta que no obtendrían nada más de él. Le creía cuando aseguraba que ya le había contado todo. Ahora ya no tenía razón alguna para quedarse callado. Percibió cierto alivio en su semblante y hasta sintió pena por ese muchacho acostumbrado a la vida bohemia que había terminado involucrando a su propia hermana en sus problemas de faldas. Lamentaba no haberlo sabido antes; quizá hubiesen podido evitar la muerte de Alcira.
Se despidió de él con un fuerte apretón de mano mientras Rivas le recordaba que debía presentarse en la comisaría para una declaración formal.
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