Alfredo Mondino, de soñar con ser feriero a los 8 años a cumplir 60 con el martillo en la mano

El martillero de Del Campillo a los 82 años sigue dando pelea en cada remate. Con las mismas ganas que cuando comenzó hace casi seis décadas, don Alfredo sigue marcando el camino a un equipo que tiene a su hijo Roberto como su sucesor. Secretos de la profesión contados por este viejo feriero que hace nueve años desembarcó en Olavarría y se expandió en la provincia.

Por Darío Fariña

Tiene 82 años don Alfredo Sebastián Mondino. Nació en Del Campillo, Córdoba, el 21 de febrero de 1941 el "Negro" como le dicen cariñosamente su hijo Roberto y todos los más allegados a este hombre que vivió muchas, de las buenas y las malas, con momentos exitosos y otros no tanto que le pegaron duro, pero le puso la otra mejilla y siguió hacia adelante. Siempre junto con la "Negra" –con quien se casó en 1972-, como le dice él, para afrontar lo difícil y disfrutar lo bueno.

Esas ocho décadas vividas hacen que hoy se lo vea feliz. Desde Del Campillo, al sur de la provincia de Córdoba, sale para donde sea cuando haya remates. Para San Luis, Olavarría (donde desembarcó hace nueve años de la mano de su representante olavarriense Ezequiel Hourcade), Benito Juárez o Córdoba. Don Alfredo va.

Con el caminar cansino de tanto recorrido, pero con el alma llena. Con la voz gastada de tanto remate, pero con la ilusión intacta. Con la tecnología comiéndole los talones, pero con el ojo clínico y el martillo ágil para lograr la mejor oferta.

Respaldado por su hijo Roberto y todo el equipo, don Alfredo no se achica y sigue dando pelea en cada remate, poniendo todo el oficio, su conocimiento y la experiencia. Y no se achica por más que los tiempos cambien, ya que sabe aprovechar las bondades de Internet para adecuarse a lo que llegó para quedarse, y después de cumplir su trabajo durante casi dos horas se va a sentar a la mesa de amigos. Para almorzar y para charlar bastante, porque si hay algo que no abandona es la charla con sus amigos.

Después del remate (realizado el miércoles 19 de abril), mientras en el salón de la Feria Campoamor Hnos. de Benito Juárez un joven Julián Bicondoa seguía con las ventas (había tomado la posta de Roberto Mondino), don Alfredo aceptó charlar con campoindustria.com un poco más de su intimidad, de sus cosas, de su empresa y de lo que vive por estos días.

¿Don Alfredo, siempre firme al pie del cañón y no pierde la pasión por rematar?

Sí. Y con 82 años. Parece que tuviera 60, pero tengo 82 (risas). No pierdo esa pasión, eso no se pierde. Se hace con eso. Desde chiquito yo jugaba con mi hermano Pablo –que falleció, lamentablemente- a ser ferieros y teníamos 8 o 10 años. De ahí que me gustaba la feria.

¿De dónde sacó eso, por qué le gustaba ser feriero?

No sé. Creo que porque mi papá me llevaba a las ferias. Ibamos de a caballo, se llevaba la hacienda arriando, se veía un montón de cosas que hoy no están más. Entonces me gustaba eso, porque me llevaban a caballo. Ahí empecé.

¿A la empresa cuándo la montó, cuándo la fundó?

Hace exactamente 41 años. Yo trabajé en una cooperativa durante veinte años, en Del Campillo. Arranqué cuando tenía 22 años y dentro de poquito cumplo 60 de martillero, en junio. Cuando empecé me hizo rematar un gran feriero que le remataba a la cooperativa, Haroldo Fortuna, y me dijo que agarraba el martillo y no tuve opción. Así empecé.

Y es una empresa familiar…

Sí, por supuesto. Está la "Negra", mi esposa (Lidia Báez), y ella hace la parte más difícil que es la cobranza. Yo era imparable porque le fiaba a todo el mundo, ella me retaba y por más que me dijera que no, lo hacía. No sé por qué, pero lo hacía. Y así me engancharon varias veces, debo ser al que más engancharon en toda la zona.

Después se sumó Roberto…

Sí, así es. Se sumó Roberto desde muy chico, iba conmigo en aquellas camionetas de antes que no tenían ni aire acondicionado. Ibamos a Mendoza, a San Juan, volvíamos, traíamos 100 cheques y 50 se iban de vuelta, todas esas historias. También está mi hijo mayor Marcos, que es el gerente de la empresa y trabaja en la parte de cereales.

Una vez me dijo en Olavarría que usted habla con la esposa del empleado, para ver qué necesita, porque si la familia está bien seguro que el empleado rinde más. Es una buena táctica…

Sí, es cierto. Yo lo que quiero es crear fuentes de trabajo. No me interesa la parte económica sino crear fuentes de trabajo donde la gente gane bien, donde cuando se pone un empleado hay que ver dónde vive y qué le hace falta, y que esté cómodo. Así, la gente sale bien a trabajar.

Así que el sueño de ser fierero pudo cumplirlo…

Sí, me siento realizado en ese aspecto, con todos los altibajos que tiene este trabajo. He pasado por todo, pero la gente siempre me apoyó porque hay que ser de un solo perfil: hay que ser perfil bajo, tener mucha seriedad y la feria es una empresa de servicios, hay que brindar servicios y la gente devuelve esas cosas.

¿Así que el lema es ser una empresa familia?

Claro que sí. No tenemos clientes, sino que tenemos amigos. Por eso te ayudan, quieren que te vaya bien, no son desconocidos.

¿El momento más importante que tuvo en estos sesenta años de trabajo, que tocó el cielo con las manos, cuál fue?

Nunca me creí mucho esas cosas, para mí todo fue igual. Hubo momentos de mucha tristeza cuando me fue mal, pero yo siempre lo hago todo con naturalidad y creo que eso me sale bien, soy así. Por eso no tengo días buenos ni malos en los remates. Yo siempre digo que nunca fallé en un remate y nunca pasé un animal en un remate, prefería comérmelo yo, pero nunca lo pasé.

¿Y cuál fue el consejo que le dio a Roberto cuando él comenzó a martillar?

Todo esto que dije. Ser humilde, ser buena persona, prestar servicio, y creo que él lo está haciendo mejor que yo todavía.

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